Con una fortuna personal de aproximadamente 122.000 millones de dólares, la revista Forbes le designó como el hombre más rico del mundo en 2018, destronando al todopoderoso Bill Gates.
En Villafrechós, un pequeño pueblo de la Tierra de Campos, provincia de Valladolid, la vida transcurre tranquila y sin prisas. Emplazado en una comarca española rica en cultura y tradiciones en la que, en numerosas ocasiones, el tiempo parece haberse detenido, sus añejos paisajes han visto deambular inalterables toda suerte de visitantes a lo largo de los siglos. Sin embargo, en 2010, el particular sosiego de sus cerca de 500 habitantes, se vio severamente perturbado por la llegada de una caravana de coches de alta gama, en la que un desconocido de cuidado aspecto, cabeza despejada y nutrida cohorte de «gorilas», ponía el pueblo patas arriba sin que nadie supiera exactamente por qué. Toda una suerte de comitiva a lo Bienvenido Mister Marshall, en la tristemente conocida como la España despoblada.
Vallisoletanos por el mundo
Cuentan los más ancianos del lugar que, a comienzos del siglo XX, un joven llamado Salvador Bezos emigró a Argentina desde su Villafrechós natal, con la intención de recuperar la diezmada fortuna familiar. Poco se sabe públicamente de su andadura por la Terra Argentea, salvo que la abandonó poco después para volver a emigrar, esta vez a la caribeña Cuba. Allí se convirtió en dueño de un aserradero, contrajo matrimonio y tuvo un hijo, Miguel Ángel Bezos.
La vida sonreía de nuevo a los Bezos, que disfrutaban de una existencia relativamente acomodada, hasta que el 26 de julio de 1953, la Revolución Cubana estalló derrocando a Batista, el dictador que dirigía el país. La incertidumbre política se instauró en la isla, el gobierno nacionalizó las empresas extranjeras y expropió las suyas a los dueños de las locales, como el aserradero. Pese a que inicialmente la inmensa mayoría de los cubanos apoyó el alzamiento (incluidos los Bezos), las prometidas elecciones libres para elegir gobierno no terminaban nunca de llegar, propiciando que muchos padres temieran por su propio futuro y el de sus hijos.

Niños cubanos llegando a suelo estadounidense durante la Operación Peter Pan (Miami Herald).
Con la mediación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, así como con la colaboración de la Iglesia Católica de Miami y la de algunos exiliados, se puso en marcha entre 1962 y 1963 la operación Peter Pan, una iniciativa que proporcionó visados para que 14 000 menores fueran llevados de Cuba a Estados Unidos. Entre ellos, Miguel Bezos y su primo Ángel. La idea era que su exilio fuera temporal, mientras la situación política se calmaba, lamentablemente, el deterioro de las relaciones entre EE. UU. y Cuba propició que muchos de esos niños no pudieran volver a su país hasta décadas después.
Drama adolescente con final feliz
A miles de kilómetros de allí, en la ciudad de Albuquerque, Nuevo México, la joven estudiante de secundaria Jackie Gise pasaba uno de los peores momentos de su corta vida. Se había quedado embarazada con tan solo 16 años, de otro joven dos años mayor que ella, empleado en una tienda y con cierta propensión a la bebida. En la década de los 60 el aborto era todavía ilegal en EE.UU., por lo que la pareja se encontraba abiertamente en un callejón sin salida.
El 12 de enero de 1964 dio a luz a su hijo Jeffrey. Pese a que se casaron e intentaron crear un hogar, el padre se vio superado por la situación y abandonó a Jackie un año después. Condenada al ostracismo por ser «madre soltera», también estuvo a punto de ser expulsada del instituto por conducta indecente. Únicamente la intervención del padre de la joven, Lawrence Preston Gise, Director Regional de la Comisión de Energía Atómica, mantuvo las cosas bajo control.
Miguel Ángel (o Mike, como se llama desde entonces) y Jackie coincidieron tres años después en Albuquerque, donde el primero había ganado una beca de la Universidad de Nuevo México para refugiados cubanos. Ambos se enamoraron de inmediato y decidieron casarse una vez ella obtuvo el divorcio de su anterior marido. Sin pensárselo dos veces, Mike adoptó también al hijo de ella y le dio su apellido.

(Twitter de Jeff Bezos).
Bienvenidos a Texas, la cuna del petróleo y de la industria espacial
En 1968 Mike Bezos aceptó un trabajo en Houston (Texas), dentro de la petrolera Exxon, que le exigía viajar constantemente, por lo que el pequeño Jeff tuvo que pasar largas temporadas en el rancho de sus abuelos maternos.
Fue en dicho rancho dónde Bezos aprendió una importante lección de vida de su abuelo. Ya por aquella época, Jeff demostraba una capacidad aritmética notable. Cierto día, cuando volvían en coche de hacer unas compras, el niño bromeó con su abuela sobre cuántos años de vida había perdido fumando en el vehículo. El cálculo devastador del chaval apenó a la mujer, que inmediatamente se puso a llorar. Su abuelo detuvo el coche y le sacó fuera para hablar lejos de ella. Creyendo que iba a reprenderle duramente, se asustó, pero, sin embargo, le regaló una frase que marcaría el resto de su vida (o al menos es lo que afirma él): «Jeff, un día te vas a dar cuenta que es más difícil ser amable que ser listo».
Según parece, su abuelo también despertó en él la pasión por la tecnología, pues antes de «gestionar átomos», había trabajado en proyectos espaciales y de defensa de misiles, durante su paso por la DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency). El garaje del rancho se convirtió en una especie de laboratorio improvisado en el que nieto y abuelo realizaban experimentos educativos, probaban y desmontaban todos los dispositivos electrónicos que adquirían y, luego, creaban otros nuevos. El propio Jeff fabricó una alarma para evitar que sus hermanos entraran a fisgonear en su habitación. Nada sorprendente, teniendo en cuenta que años atrás había desmontado su propia cuna con un destornillador porque quería dormir en una cama de verdad.
Bezos se enamoró completamente de los ordenadores en cuarto curso, cuando su colegio obtuvo acceso a un mainframe de una empresa local de Houston, a través de un sistema de tiempo compartido. Dos amigos y él pasaron horas jugando a un juego primitivo de Star Trek después de clase, que consistía en buscar de naves Klingon ocultas en una matriz de tres por tres. Lo que empezó como un entretenimiento, permitió a los tres chavales a aprender a usar el sistema y a conocer los rudimentos de su programación.
Un estudiante obsesivamente brillante
Una vez más, el trabajo de su padre Mike hizo que tuvieran que Jeff, su madre y sus dos hermanos pequeños, tuvieran que cambiar de domicilio, esta vez a Miami (Florida). Allí, en la tierra de los viajes espaciales, se matriculó en la escuela secundaria Palmetto de Pinecrest con la intención de cumplir su sueño adolescente. No quería solo ser astronauta, como miles de chicos/as en el mundo astronauta (quizás por su afición Trekkie), ansiaba ser un empresario espacial. Un sueño que aún conserva.
Alcanzar su objetivo de ser astronauta equivalía a destacar en los estudios, y Bezos demostró de adolescente que, detrás de la fachada de persona tranquila y aparentemente amigable, se escondía una ética de trabajo implacable, incluso intimidante, que se ha convertido en su marchamo personal. Esta actitud le permitió ganar en 1982 el premio Silver Knight por sus logros académicos, un galardón que distingue a los mejores estudiantes del condado de Miami-Dade.
Antes de incorporarse a la elitista Universidad de Princeton (Nueva Jersey) para estudiar Ingeniería Electrónica, Bezos estuvo trabajando como cocinero de un McDonald’s y emprendió varias actividades empresariales con su novia de aquel entonces. Entre ellas destacaba un campamento educativo de verano, en el que se impartía una mezcla de ciencia y literatura y al que asistieron seis estudiantes, entre ellos el propio hermano y la hermana de Jeff. El campamento no fue un éxito que digamos, pero sí significó una experiencia vital positiva para ambos.
Durante su periplo universitario, Bezos sufrió en sus propias carnes el «peso del fracaso». Acostumbrado a ser el primero en todo, se encontró que allí era uno entre muchos. Eso le llevó a abandonar su intención de convertirse en físico teórico, pese a que estaba entre los 25 mejores alumnos del programa, y a optar por la especialización en informática.
Conquistando la Gran Manzana
Una vez finalizó sus estudios con unas notas brillantes y habiendo rechazado ofertas de Intel, Bell Labs y Andersen Consulting, encontró su primer trabajo en la ciudad de Nueva York en una empresa de telecomunicaciones llamada Fitel. Al cabo de dos años la abandonó por no poder ascender a los puestos que deseaba, recabando primero en Bankers Trust y luego en la firma de fondos de alto riesgo D.E. Shaw, en la que llegó a ser vicepresidente y a trabajar el Wall Street.
En 1993, para sorpresa del propio Bezos, que por su peculiar forma de ser se veía soltero el resto de su vida, se casó con su compañera de trabajo Mackenzie Tuttle, una licenciada en filología inglesa que había sido asistente literaria de la famosa escritora Toni Morrison, y que ese mismo año publicaba su primera novela. Eran la pareja perfecta, jóvenes de éxito, con dinero y unas expectativas de futuro inmejorables.

Jeff y Mackenzie Bezos durante su etapa en D.E. Shaw (Getty).
Sin embargo el destino es a veces muy caprichoso. Unos meses más tarde, Shaw, socio y dueño de la empresa encargó a su directivo estrella la labor de descubrir nuevas oportunidades de negocio en el floreciente mundo de Internet, un ecosistema digital que había crecido un 2300% ese mismo año. No se sabe si influenciado por la por la vocación de su esposa, Bezos llegó a la conclusión de que los artículos con mayor proyección de venta en Internet eran los libros, principalmente porque apenas había presencia de minoristas e intermediarios del sector en la red y porque dos de los distribuidores de más grandes del país ya contaban con un listado electrónico completo su catálogo. Esto facilitaba un negocio digital con mucha demanda y poca oferta.
Desafortunadamente (o afortunadamente, según se mire), David Shaw y el resto de la junta directiva de la compañía no compartían el entusiasmo de Bezos, por lo que este último se armó de valor, abandonó DE Shaw y, sin mirar atrás, emprendió la que sería su gran aventura.
¡Abracadabra!
Bezos había llamado días a su padre días antes y le dijo: «Papá, estoy pensando en abrir una librería en Internet, y necesito un poco de dinero». La llamada dejó a Mike desconcertado. «¿Por qué?», le preguntó a su hijo. «¿Y qué es internet?». A su lado, su esposa Jackie también se preocupó: «¿Jeff, cariño, puedes continuar en tu trabajo de Wall Street y dedicarte a esto en tu tiempo libre? No renuncies a tu empleo», le dijo a su hijo. Profundamente arrepentido por haber perdido el tren de los comienzos de Internet, Jeff no les hizo caso.
Fue así como en 1994, con la contribución de 300 000 dólares del fondo de pensiones de sus padres, Jeff Bezos creó Cadabra (en referencia a la expresión mágica «abracadabra»), su plataforma de venta de libros online. En un viaje relámpago a California contrató a Shel Kaphan, un versátil programador y capaz ingeniero que conocía de su paso por DE Shaw. Juntos Bezos, su esposa Mackenzie y Kaphan, se mudaron a Seattle, una zona estratégicamente situada, que lindaba con Redmon, sede de Microsoft, y con Roseburg, asentamiento de la mayoría de las grandes distribuidoras de libros de los Estados Unidos. Esto garantizaba un suministro inagotable de profesionales tecnológicos y unos aceptables plazos de entrega de los libros en la costa oeste del país.
Gracias a la colaboración de amigos de sus padres, de excolegas de Wall Street, de antiguos compañeros Princeton y de un pequeño grupo de empresarios locales, Cadabra consiguió cerca de un millón de dólares más de inversión. Sin embargo, ninguna empresa de capital riesgo de Seattle quiso hacerse cargo de la financiación, por considerar el negocio demasiado arriesgado, incluso para ellos.
A de Amazon
Contra todo pronóstico, el negocio empezó a andar con paso firme, aunque había algo que no encajaba. El abogado de Bezos le sugirió un cambio de nombre, ya que Cadabra era una referencia un tanto oscura y, cuando se nombraba por teléfono, a menudo las personas entendían «cadáver». Fue así como exploraron otras posibilidades como Awake, Browse, Bookmall o Relentless, hasta que al final se decidieron por Amazon, debido a su ordenación alfabética permitía aparecer antes en los listados de los sitios web y porque tomaba su nombre del río más grande del mundo, y Bezos quería que su librería fuera comparable en grandeza.

Supuesta primera oficina de Amazon en 1999. Realmente se trata de un decorado que escenifica el ascenso de Bezos en un programa de la TV pública estadounidense (Omícrono).
Estas aspiraciones, arrogantes para muchos conocidos de Bezos y Kaphan, resultaron no ir muy desencaminadas. Para animarse con las ventas, ambos configuraron las estaciones SPARC en las que «corría» la tienda, para hacer sonar una campanada cada vez que los servidores registraran una transacción. Amazon.com se lanzó en julio de 1995 y la campana comenzó a sonar tan a menudo, que a las pocas semanas el ruido se había vuelto insoportable tuvieron que deshabilitarla. Los primeros 7 días ganaron más de 6 000 dólares, después 10 000, y para finales de septiembre estaban por encima de los 20 000 semanales. No es que Bezos hubiera descubierto la Piedra Filosofal, pero las pequeñas e inteligentes decisiones que había tomado y la incesante I+D comenzaban a dar sus frutos. El negocio iba viento en popa y la sede central se fue llenando de empleados.

Primera web de Amazon. Obsérvese que el logotipo representa una A con un rio en su interior (Internet Archive).
Pese a que Cadabra primero y Amazon después, fueron concebidos como meros minoristas e intermediarios, su bonanza les hizo replantearse la posibilidad de diversificar su oferta de productos y, por lo tanto, la necesidad de disponer de almacenes propios. Gracias a eso, les fue posible combinar pedidos de múltiples distribuidores y productos, mejorando la calidad del envío y colocando una de las piedras angulares de la compañía, la experiencia de cliente.
En 1996, Amazon abrió su delegación en New Castle (Delaware), abriendo la puerta de su negocio a toda la costa este de Estados Unidos, a la que siguió otra en Reno (Nevada), que garantizaba la distribución de sus productos en el mercado del estado con mayor poder adquisitivo del país, California.
Consolidadada su expansión geográfica, la compañía comienza a cotizar en 1997 dentro el mercado de valores NASDAQ, y un año después alcanza los mil millones de dólares anuales en ingresos. Este crecimiento desmesurado que estaba experimentando, acentuado por sus primeras campañas de Black Friday, obligaron a la compañía a construir una infraestructura tecnológica interna sólida y escalable, que le permitieran hacer frente a los millones de operaciones que llevaba a cabo, sobre todo en periodos de venta de alta intensidad.
En el año 2000, aprovechando la experiencia adquirida en estos proyectos y la infraestructura creada para dichos periodos (y que durante el resto del año estaba en cierto modo infrautilizada), Bezos crea Amazon Web Services (AWS), una de las ofertas internacionales más importantes de computación en la nube, que compite directamente contra servicios tan potentes como Microsoft Azure y Google Cloud Platform. Es considerada como una iniciativa pionera en este campo.
La expansión y diversificacion de Amazon no acabó ahí, durante la pasada década y buena parte de ésta, surgieron Prime, Prime Music, Prime Video, Prime Wardrove, Fulfillment, Whole Foods, etc.
Catorce años después, tras dos décadas operando en Wall Street, el valor bursátil de Amazon se situó próximo a los 460 000 millones de dólares, situándola como la cuarta empresa más grande del índice S&P 500, justo entre Microsoft y Facebook.
En septiembre de 2018, la compañía de Jeff Bezos se convirtió en la segunda corporación (tras Apple) en ser valorada por parte de Wall Street en más de 1 billón de dólares.

Sede central de Amazon en Seattle (Evan Chakroff).
Hoy en día, Amazon se parece poco a la pequeña librería que fue hace veinticinco años. Ahora es la compañía de comercio electrónico y de servicios de computación en la nube más grande del planeta, con presencia directa en 15 países, una plantilla de más de 600 000 empleados y más de 300 millones de clientes en todo el mundo (100 millones de ellos Prime).
No contento con ello, Bezos también ha explotado exitosamente otros negocios paralelos como Blue Origin, una compañía privada de transporte aeroespacial que compite «de tú a tú» con SpaceX, y que según amigos de juventud del magnate «es el motivo por el que Jeff creó Amazon, para financiar su proyecto espacial». También se ha convertido en el dueño del todopoderoso diario Washington Post y de la cadena de supermercados Whole Foods.

Bezos frente a uno de los cohetes diseñados por Blue Origin, el «ojito derecho» de Jeff Bezos (Blue Origin).
De los fracasos también se aprende, y Bezos ha tenido unos cuantos
Pero pese a que es una de las empresas más envidiadas del mundo, no todo han sido éxitos en la carrera de Bezos. Varios de sus productos y modelos de negocio bajo el paraguas de Amazon (WebPay, Mobile Wallet, Fire Phone, Destinations, etc.) fueron sonados fracasos. Ha sido llevado a juicio en varias ocasiones por competencia desleal y publicidad engañosa, y acusado de «negrero» y tirano por sus empleados, a los que, según ellos, presiona obsesivamente hasta niveles insoportables. También cuentan las malas lenguas, que incluso cuenta con un psicólogo que le ayuda a ser más amable con sus asalariados, tal y como le sugirió su abuelo materno décadas atrás. Por desgracia, y según parece, esta práctica despótica ha calado en algunos sectores de la compañía, ocasionando numerosas protestas y huelgas a lo largo y ancho del mundo.
Bezos tampoco ha destacado como una persona especialmente filantrópica. En octubre de 2016, la revista Harvard Business Review, encumbró a Bezos como el directivo número uno del mundo en cuanto a resultados financieros, pero en el puesto 828 en responsabilidad social corporativa. Durante los últimos años, esta imagen se ha ido revirtiendo en buena medida, pero todavía queda muy lejos de lo que dedican Warren Buffett y Bill Gates, primeros en todas las listas.
Estos hechos apenas han hecho mella en el musculado Bezos de la actualidad, más parecido al doble de Vin Diesel que al joven apocado que fundó Amazon. Tuvo que ser un lance ¿romántico? el que, en 2018, le hizo encajar el mayor golpe de todos, cuando su teléfono personal fue hackeado (dicen las malas lenguas que por unos hackers de Arabia Saudí) y se publicaron una serie de fotos y mensajes subidos de todo dedicados a su amante. Bezos, que siempre ha tratado de que subida privada tuviera cierto «perfil bajo», se vio envuelto en un escándalo de faldas de proporciones épicas que precipitó que, tanto él como su mujer, acordasen primero una separación amistosa y luego, en abril de 2019, el divorcio definitivo. Como consecuencia, Mackenzie Bezos se hace con el 4% de las acciones de Amazon, convirtiéndose en una de las 20 personas más ricas del mundo con una fortuna valorada en 35 000 millones de dólares.
En cualquier caso, ni siquiera este desembolso económico (que podría haber llevado a la quiebra a infinidad de países) parece haberle amargado excesivamente la existencia a Jeff Bezos, quizás debido al carácter sobrio y obstinado de sus raíces vallisoletanas (aunque sean por adopción). Esas que todavía esperan en Villafrechós a que se decida por fin a volver sus ojos hacia ellas, en forma de una inversión que necesitan «como agua de mayo». Por si acaso, el ayuntamiento de la localidad le hace llegar todos los años el calendario de las fiestas patronales y le reitera su invitación a acudir. Nunca se sabe, lo mismo un día de camino a la Luna se deja caer por la tierra de sus ancestros.
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