Figura indiscutible del networking y de la informática moderna, es la creadora de uno de los protocolos de comunicación más utilizados del mundo.
Podemos apostar sin temor a equivocarnos, que si te preguntamos por Radia Perlman, no tendrás ni idea de quién te estamos hablando. No te culpes. En un entorno tecnológico tan lleno de personalidades mediáticas, que viven más de su imagen que de sus méritos, es fácil que una figura como la suya pase desapercibida.
Sin embargo, gracias a ella, las redes de tu oficina funcionan correctamente, son estables, robustas, seguras y te es posible además navegar por Internet.
Bajo una apariencia de «madre bonachona», de amplia sonrisa, vivos y pícaros ojos, habita una de las mujeres más brillantes y polifacéticas del olimpo tecnológico. Esa es Radia Perlman, una peculiar informática que desconfía de los ordenadores, evita las redes sociales, huye de los smartphones y que además escribe poemas, toca el piano y es capaz de subirse a un escenario para hacer un monólogo humorístico.
Una alumna 10
Nacida en Portsmouth, Virginia, en 1952, de padres ingenieros que trabajaban para el gobierno de EE. UU., Perlman pasó su infancia cerca de Asbury Park, Nueva Jersey, donde la familia se trasladó por el trabajo como programadora de su madre.
Desde muy pequeña desarrolló una fuerte fascinación por las matemáticas, la lógica, los acertijos y las ciencias en general, entre otras cosas, porque tenía una facilidad pasmosa para sacar la nota máxima en todos los exámenes. Otras asignaturas más subjetivas como la historia, la geografía, la literatura o la gramática no eran tan de su agrado, sin embargo, eso no evitó que igualmente obtuviese siempre sobresalientes, aunque fuera a costa de aprenderse de memoria todas las lecciones. Su actitud obsesiva con el estudio no le permitía otra cosa.
La joven Radia también se interesó por las artes. Amaba la música clásica y tocaba con soltura el piano y la trompa. También escribía y componía, habilidades que le sirvieron para destacar en los trabajos colectivos, aún a costa de traer de cabeza a todos sus compañeros. Una vez, por ejemplo, su grupo debía hacer un resumen de un libro y aquel trabajo acabó convertido en un espectáculo musical de marionetas en clase, para el que compuso las melodías y sus colaboradores crearon los títeres y el escenario. Obviamente obtuvieron el ansiando A+.
Nada hacía presagiar que aquella niña aplicada, la mejor estudiante de ciencias y matemáticas de su escuela, iba a interesarse por una carrera relacionada con la informática. Según sus propias palabras, nunca le habían atraído demasiado los ordenadores, que siempre alimentaron su recelo por su falta de fiabilidad. Tampoco tenía por costumbre desarmar cosas para luego reconstruirlas, entre otras cosas, porque le daba miedo electrocutarse o romper algo.
Todo cambió cuando asistió a una clase de informática en secundaria.
Un mundo de hombres y tortugas
Una vez finalizado el instituto, se matriculó -gracias a sus extraordinarias calificaciones- en el MIT, la institución educativa más elitista y prestigiosa del mundo.
Cuando ingresó en el Massachusetts Institute of Technology a finales de la década de 1960, tan sólo medio centenar de mujeres de un total de mil matriculados, cursaban estudios en dicha universidad. Dejando de lado las connotaciones negativas de género, que todavía imperaban, la causa principal de este desequilibrio era que la universidad sólo disponía de un dormitorio femenino, lo que limitaba el número de alumnas que podían alojarse allí. Radia Perlman nunca dio más importancia de la que tenía a este hecho. Acostumbrada «a la fuerza» a estudiar en un mundo de hombres, se volvió tan normal para ella que, cuando por casualidad coincidía con otra mujer en una clase, ninguna de las dos sabía cómo reaccionar y, por lo general, se miraban nerviosas percatándose de lo singular del encuentro.
Como alumna en el MIT, aprendió programación para una clase de física, lo que le valió para conseguir su primer trabajo remunerado en 1971 como desarrolladora a media jornada para el MIT Artificial Intelligence Laboratory. Allí creó una versión amigable del lenguaje de robótica educativa LOGO (entorno todavía usado hoy en día), llamada TORTIS. Este sistema facilitaba que niños de dos a cinco años, aprendieran a programar un robot conocido como Tortuga, a través de un sencillo teclado creado por ella, la Button Box.
Ni que decir tiene que el proyecto fue todo un éxito, dando lugar a la llamada «computación tangible». Perlman lo abandonó al poco tiempo, pues quería evitar que no la tomaran en serio como científica, por el hecho de trabajar con niños pequeños y ser la única mujer del equipo.

Dos de los hijos de los investigadores del MIT, controlando una Tortuga inalámbrica desde la Button Box inventada por Radia Perlman (MIT).
Algorhyme
En 1973, habiendo revolucionado el proyecto LOGO, nuestra protagonista obtuvo el graduado (BS) en matemáticas por el MIT. A fin de encontrar un tutor para su tesis, se unió sin dudarlo al grupo universitario que desarrollaba protocolos de red en BBN Technologies (integrada actualmente en Raytheon), un contratista del gobierno estadounidense cuyos mayores logros hasta la fecha eran la implementación de ARPANET -precursora militar de Internet-, el envío del primer e-mail y la introducción de la «@» en las direcciones de correo electrónico. Casi nada.
Ironías de la vida. Ahora, la matemática que desconfiaba de los ordenadores se encontraba trabajando como programadora de protocolos de red, en una de las mayores empresas informáticas del país. Pero esta tesitura no acobardó a Radia Perlman, sino que además le sirvió para obtener el título de postgrado en matemáticas y un doctorado en informática, todos ellos por el MIT.
Hacia 1980, durante una ponencia sobre enrutamiento, impresionó a un gerente de Digital Equipment Corporation, que le ofreció un nuevo y suculento empleo como consultora. Un empleo que cambiaría el mundo de las redes de datos, porque fue el germen del proyecto que le dio la fama.
A mediados de la década, la informática ya se había popularizado a nivel gubernamental e industrial, empezaba a ser muy común en entornos de investigación y docencia, a la vez que despuntaba con fuerza en la empresa y dentro del ámbito doméstico. El desarrollo de redes LAN estalló con la estandarización de Ethernet y las topologías empleadas para montarlas comenzaron a ser cada vez más enrevesadas, generando bucles en el entramando que repercutían negativamente en su rendimiento y podían llegar a colapsar el sistema.
A Radia se le encomendó la tarea de desarrollar una solución que evitara dichos bucles. Consciente en todo momento de que «la complejidad no se combate con complejidad», simplificó al máximo su trabajo y en poco más de una semana creó el algoritmo del Spanning-Tree. Su sencillo conjunto de instrucciones permite aun hoy en día, que los bridges y switches (dispositivos que, a diferentes niveles, interconectan los segmentos de una red de datos) activen y desactiven automáticamente los enlaces de conexión. Se permite así la creación de una ruta única libre de bucles entre cualquier par de nodos de red, así como caminos alternativos por si uno de los elementos de red falla.
Esta solución facilita el dimensionamiento de las redes, su crecimiento y su robustez, a la vez que garantiza una alta disponibilidad, una tolerancia a fallos mejorada y una optimización del ancho de banda de éstas.
Tan rápido fue su desarrollo que, en el tiempo que le restaba hasta la presentación del proyecto y rememorando la faceta artística de su infancia, también compuso un poema inspirado en nuevo protocolo. Lo llamó Algorhyme, una ingeniosa mezcla entre algorithm (algoritmo) y rhyme (rima).
I think that I shall never see
A graph more lovely than a tree.
A tree whose crucial property
Is loop-free connectivity.
A tree that must be sure to span
So packets can reach every LAN.
First, the root must be selected.
By ID, it is elected.
Least-cost paths from root are traced.
In the tree, these paths are placed.
A mesh is made by folks like me,
Then bridges find a Spanning-Tree.
Toda una vida dedicada a la innovación
Si bien la creación del Spanning-Tree fue el momento culminante de su carrera, la relevancia profesional de Radia Perlman no ha hecho sino aumentar con el paso de los años. Todavía como empleada de DEC, participó activamente en la creación de los protocolos DECnet, CLNP e IS-IS, algunos de cuyos fundamentos son esenciales para el funcionamiento de las modernas redes de datos, incluida Internet.
Dejó Digital en 1993 para trabajar para Novell, una de las empresas tecnológicas de moda de finales de los 80 y principios de los 90. Cuatro años después se unió a Sun Microsystems (ahora Oracle) y se especializó en protocolos de redes y seguridad. Su estancia en la compañía creadora del lenguaje de programación Java o el sistema operativo Solaris, también fue de lo más productiva, pues en ella registró cerca de 50 patentes (de las más del centenar que posee), siendo reconocida además con el título de Ingeniera Distinguida.
Actualmente, con más de 60 años, trabaja en DELL EMC, donde ha desarrollado el protocolo TRILL, que permite corregir algunas de las deficiencias del Spanning-Tree, así como en varios proyectos enfocados a hacer que los internautas sean los que dominen sus datos en la Red y se sientan más seguros. También ejerce como profesora, tanto en el MIT, como en Harvard y en la Washington University, es una divulgadora muy activa en todo el mundo y ha escrito varios libros que son considerados como biblias dentro de entorno del networking.
«No me llaméis la madre de Internet»
Durante más de una década, Radia Perlman ha sido conocida entre los medios de comunicación y los internautas como la «madre de Internet», un apelativo del que humildemente huye, aludiendo que es demasiado pretencioso adjudicar el protagonismo de dicho hito a una única persona. Sin embargo, ¿cómo no referirse a ella así, con un currículum tan impresionante como el suyo?
Ha sido nombrada Inventora del Año en varias ocasiones, es una de las 20 personas más influyentes de las TI y, recientemente, ha ingresado en el Internet Hall of Fame, así como en el National Inventors Hall of Fame. Un logro al alcance de muy pocas personas.
Sin embargo, pese a toda esta parafernalia, a Radia Perlman le siguen gustando las cosas sencillas, como interpretar al piano sus versos del Spanning-Tree -a los que puso música su hijo-, todo ello acompañado por el tañido del violín de su hija. Cuan diferente es este comportamiento, del que nos tienen acostumbrados los egos de algunos de los vástagos de Silicon Valley.
Deja un comentario